"Los libros tienen los mismos enemigos que el hombre: El fuego, la humedad, los animales, el tiempo y su propio contenido." (Paul Valery)

DIARIO ÍNFIMO


Sangrenegra y Tarzán
VOCACION TRUNCA
La verdad es que yo siempre quise ser un malhechor. Esa idea me nació cuando apenas tenía seis años y una mañana escuché en la escuela la fascinante historia de Robin Hood. Desde aquel día ese bandido se convirtió en mi protohéroe, en un dios de carne y hueso antes que cualquier otro. Yo quería ser un poco como él, ir por los caminos solitarios asaltando recudadores de impuestos y viajeros con la bolsa abundante, llegar a la aldea con la cabeza bien erguida, el pecho ufano, el brazo izquierdo en alto y las nalgas apretadas para caminar como sobre nubes al igual que lo hacía el de los bosques de Sherwood, repartir un poco del botín y luego salir de nuevo en un corcel  aupado por la confianza de saber que nadie se atrevería a delatarme. Pero no tuve las agallas. Me faltó decisión para dar el primer paso y alcanzar la fama de esos bandidos que mi tío Felicio magnificaba en los relatos que de tarde en tarde nos entregaba dejando notar en su voz la admiración que sentía por ellos. “Es que otro como Gentil Prieto no vuelve a haber… ése sí era una varón a carta cabal”. “Que me parta un rayo si hay alguien que le haga sombra a Jacinto Cruz Usma, alias Sangrenegra; o a Luis Noé Lombana, alias Tarzán; o a El mosco o a Desquite o al Capitán venganza. Esa sí que era gente con pantalones. ¿Los de ahora? Simples ladrones que caen sobre el primero que se les cruce, vulgares cuatreros y matones de mala muerte que no saben a quién ni por qué borran del mapa a otro…” En todo caso la imagen que de ellos dibujó mi tío Felicio fue tan inalcanzable que, sin quererlo, truncó de una vez por todas mi vocación al punto que ya no tuve más remedio que aceptar vestirme con trajes formales y sentarme tras un escritorio, el mismo desde donde ejerzo, desde hace veintisiete años, como escribiente del Juzgado Quinto de Instrucción Criminal.




A MI LO QUE ME GUSTA ES... 

A mí lo que me gusta es sentarme frente a la ventana y ver cómo transcurre la cotidianidad de mi ciudad. Son las cinco de la tarde y un sol color de naranja empieza a rodar por el borde de los techos. Quisiera, justo en este momento, tener 30 años menos y la osadía necesaria para emprender camino hacia ninguna parte; detenerme sin afanes y ver cómo el último destello agoniza, tal como lo hago… justo en este momento.