VOCACION TRUNCA
La verdad es que yo siempre quise ser un malhechor. Esa idea
me nació cuando apenas tenía seis años y una mañana escuché en la escuela la
fascinante historia de Robin Hood. Desde aquel día ese bandido se convirtió en
mi protohéroe, en un dios de carne y hueso antes que cualquier otro. Yo quería
ser un poco como él, ir por los caminos solitarios asaltando recudadores de
impuestos y viajeros con la bolsa abundante, llegar a la aldea con la cabeza
bien erguida, el pecho ufano, el brazo izquierdo en alto y las nalgas apretadas
para caminar como sobre nubes al igual que lo hacía el de los bosques de
Sherwood, repartir un poco del botín y luego salir de nuevo en un corcel aupado por la confianza de saber que nadie se
atrevería a delatarme. Pero no tuve las agallas. Me faltó decisión para dar el
primer paso y alcanzar la fama de esos bandidos que mi tío Felicio magnificaba
en los relatos que de tarde en tarde nos entregaba dejando notar en su voz la
admiración que sentía por ellos. “Es que otro como Gentil Prieto no vuelve a
haber… ése sí era una varón a carta cabal”. “Que me parta un rayo si hay
alguien que le haga sombra a Jacinto Cruz Usma, alias Sangrenegra; o a Luis Noé
Lombana, alias Tarzán; o a El mosco o a Desquite o al Capitán venganza. Esa sí
que era gente con pantalones. ¿Los de ahora? Simples ladrones que caen sobre el
primero que se les cruce, vulgares cuatreros y matones de mala muerte que no
saben a quién ni por qué borran del mapa a otro…” En todo caso la imagen que de
ellos dibujó mi tío Felicio fue tan inalcanzable que, sin quererlo, truncó de
una vez por todas mi vocación al punto que ya no tuve más remedio que aceptar vestirme
con trajes formales y sentarme tras un escritorio, el mismo desde donde ejerzo,
desde hace veintisiete años, como escribiente del Juzgado Quinto de Instrucción
Criminal.
A MI LO QUE ME GUSTA ES...
A mí lo que me gusta es sentarme frente a la ventana y ver cómo transcurre la cotidianidad de mi ciudad. Son las cinco de la tarde y un sol color de naranja empieza a rodar por el borde de los techos. Quisiera, justo en este momento, tener 30 años menos y la osadía necesaria para emprender camino hacia ninguna parte; detenerme sin afanes y ver cómo el último destello agoniza, tal como lo hago… justo en este momento.
A MI LO QUE ME GUSTA ES...
A mí lo que me gusta es sentarme frente a la ventana y ver cómo transcurre la cotidianidad de mi ciudad. Son las cinco de la tarde y un sol color de naranja empieza a rodar por el borde de los techos. Quisiera, justo en este momento, tener 30 años menos y la osadía necesaria para emprender camino hacia ninguna parte; detenerme sin afanes y ver cómo el último destello agoniza, tal como lo hago… justo en este momento.